miércoles, 23 de junio de 2010

La Balsa De Oro - Parte VI

-¡Un naufragio!- gritó Manuel mientras corría hacia una escalera que conducía hacia la playa


-¡Espérame!- gritaba Graciela -¡Yo también quiero saber!

Manuel corrió escalera abajo y, unos pocos pasos más arriba iba, siguiéndolo, Graciela. Finalmente llegaron a la orilla del mar, donde estaban dos hombres, sacando del agua oscura a otros tres.

-¿Qué pasó?- gritó fuerte Manuel en el momento exacto en el que Graciela lo alcanzó.

-La tormenta hizo estrellar nuestro pequeño botecito contra las rocas de allá- dijo, con voz grave el hombre, señalando unas rocas que se veían hacia el sur.

-Peri si la tormenta aún no comienza- dijo Graciela

-Seguramente ya llovía en donde estaban ellos- dijo, explicándole en voz baja Manuel.

-Y, ¿qué hacían en un bote durante la tormenta?- agregó Manuel

-Seguíamos eso... Como todos los demás- dijo el hombre, mientras señalaba el reflejo dorado, que ahora se veía más brillante que nunca.

-¿Es el mismo que vimos nosotros allá arriba, no?- dijo Graciela mirando a Manuel.

-Supongo que sí…

-Pero ¿Por qué seguían un simple reflejo del mar?- dijo Graciela mirando al hombre, que aparentaba ser un pescador

-¿No conocen la leyenda?

-Sí- No…- contestaron Manuel y Graciela al mismo tiempo

-¿No conoces la historia?- agregó instantáneamente Manuel

-¿La historia del destello brillante en las olas?- dijo Graciela burlándose

-No, la de la “Balsa de Oro”- dijo, algo ofendido, el pescador

-Jamás la había oído antes- dijo Graciela

-¿Porteña, no?- dijo con desdén

-Sí

-¿Conoce al virrey Cisneros, verdad?

-El de la Revolución de Mayo…

-Sí, ¿Cuántos otros hubo?... Bueno, se dice que toda la gente española que estaba alrededor suyo comenzó a llevarse parte de todas las riquezas que tenía, cuando vieron que las cosas se “ponían feas”

-¿Y él sabía de eso? ¿O se las robaban?

-Supuestamente le habían dicho que era por su seguridad… pero nadie jamás volvió a saber de ellas

-¿Ni siquiera los que las habían robado?

-No, porque en realidad más que ladrones eran como Robin Hood

-¿Por qué?

-En realidad todos esos creían que hubieran sido mejores en el puesto de Cisneros y él no hacía otra cosa más que mostrarles a todos que era él quien tenía el poder.

Así que cuando todos se cansaron se pusieron de acuerdo y comenzaron a robarle las cosas y lanzarlas al mar en balsas de oro… con la esperanza de que otras personas las halaran. Se supone que en total eran siete balsas… los uruguayos dicen haber hallado dos… incluso dicen que se halló una en Ushuaia, pero yo dudo que haya llegado hasta allí.

-¿Y creen que eso de allí es una de esas balsas?

-Hay un mito en este pueblo (como en muchos otros), Señorita: Supuestamente las balsas se arrojaron a comienzos de 1810 y la gente asegura que un hermano de Cisneros vino hasta aquí en 1811 y se embarcó con unos pescadores… se dice que hallaron la balsa, luego de varios días, pero que en el camino un temporal hizo que se perdieran y se estrellaran en aquellas rocas de allá

-¿En las mismas que se estrellaron ustedes?

-Exacto. Mi bisabuelo aseguraba que el suyo había sido uno de los que estaba con los pescadores aquel día…

-¿Y qué pasó con la balsa?

-El temporal era tan intenso que por más que la gente trató de recuperarla, todos los esfuerzos fueron en vano y a la mañana siguiente la balsa ya había desaparecido

-¿Se la robaron?

-¡NUESTRA GENTE NO ROBA! ¡SE LA TRAGÓ EL MAR!

-Así que, resumiendo, ¿Creen que es una balsa, hecha de oro, que lanzaron al mar en 1810 y que encontramos aquí un año más tarde, pero que volvió a tragársela el mar y que doscientos años más tarde regresa al mismo lugar?- dijo Graciela burlándose, nuevamente.

-No, creemos que nunca se fue de esta agua y no se burle, Señorita, yo no me río de sus leyendas…

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