Cada vez comprendía menos qué estaba pasando. Estaba sentado en un pasillo, enfermeras iban y venían, y a su lado estaban sentados su padre y el mismo hombre de la playa y el parque. Miró su mano y tenía un cigarrillo en ella. Pasaron unos pocos minutos y de una puerta salió una enfermera y dijo “lo felicito, es un varón”, pero cuando se acercó a la puerta para entrar y ver al bebé, la enfermera entró, cerrándole la puerta en la cara y él se vio en un gran espacio en blanco, cuando volvió a abrir los ojos. Esta vez no había nada de nada, hasta que notó que el mismo hombre venía caminando derecho hacia él.
-¿Sabes por qué estás aquí, verdad?
-No sé ni dónde estoy.
-¿Reconoces lo que acabas de ver?
-Sí, primero vi el día en que conocí a Graciela, luego volví a cuando era niño y conocí a mi perro, y por último, cuando nació mi hijo.
-Bien.
-¿Puede decirme su nombre o algo, señor?
-Sí, soy Pedro. Ahora dime, ¿qué sientes al haber vuelto a ver todo esto?
-Me dieron ganas de acariciar a mi perro, llamar a mi hijo, y bueno... no puedo hacer nada por Graciela... yo la perdí. Igual, en cuanto despierte voy a llamarla.
-¿Qué dijiste?
-Que voy a llamarla.
-Ya no puedes hacerlo.
-Ya sé que está con otro, pero no voy a molestarlos.
-No me refiero a eso, ya no despertarás.
-¿Por qué no?, dentro de ocho horas volveré a despertar.
-¿8 horas?... ¿Qué decía la etiqueta?
-“2 PASTILLAS: 8 HORAS...”
-¿Cuántas pastillas tomaste tú?
jueves, 17 de junio de 2010
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