viernes, 18 de junio de 2010

La Balsa De Oro: Parte I

Acá les dejo la primer parte del segundo cuento que publico. Disfruten...

Otra vez había llegado esa época del año. Durante cada otoño de los últimos cincuenta años la familia Sicilianni se había reunido en la enorme casa de los abuelos en un olvidado pueblito costero al sur de Buenos Aires. Todo era diversión para Graciela, Susana, Mariana, Fernando y Federico mientras tenían entre cinco y doce años, pero con el correr de los años las cosas habían cambiado: Susana, hermana de Federico, tenía ya cuarenta años, era maestra, estaba casada - con un profesor que había conocido en el colegio en donde trabajaba hacía más de quince años- y tenía tres hijos: Tiziano y Francisco - los gemelos del desastre- y Laura, una bebé de a penas cuatro meses. Mariana, por otro lado, había optado por una vida completamente diferente. A los dieciséis años dejó la secundaria y huyó a Italia con un chico con el que había estado saliendo por dos semanas durante la reunión familiar del otoño del '94. Aparentemente la suerte estuvo de su lado porque, si bien toda la familia fue hasta Italia para llevarla de regreso a Buenos Aires y obligarla a retomar sus estudios, ella siguió viendo al "Tano" a escondidas y a los veinte años se casó, justo un mes antes de que el abuelo del Tano falleciera y le dejara absolutamente todo a su único nieto. Así que para esas alturas, la hermana de Fernando, ya tenía treinta y dos años y estaba casada con un extranjero casi millonario.
Por último, como siempre, estaba Graciela que no tenía hermanos, ni marido, ni hijos, ni perro... y menos dinero. Ella había decidido seguir su vocación: estudió en Bellas Artes y se dedicaba a vender sus pinturas y esculturas, lo cual, como se imaginarán, no le dejaba mucho dinero. Para compensarlo, trabajaba en una galería de arte los fines de semana, en donde la dejaban exponer sus obras y le daban un pequeñp sueldo. Ella no se quejaba de su vida, pero las cosas habían cambiado y definitivamente desde los doce años ya no encontraba placer en aquellas reuniones en dónde lo único que escuchaba eran fabulosos relatos de sus primas ...

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