miércoles, 5 de enero de 2011

Capítulo VII: ¿Desenlace?

Así fue transcurriendo aquella historia, entre idas y vueltas, indecisiones e innumerables dudas, muchas veces indisolubles. El año fue llegando a su fin, y como sucede en Sudamérica, diciembre lleva consigo el verano, Navidad, Año Nuevo y el fin del año escolar. El cumpleaños de Margarita se acercaba y las clases llegaban a su fin. Pasaron los exámenes finales y entonces sólo quedaba un adiós que duraría tres meses. Hasta marzo del año entrante no volverían a verse y ella se preguntaba cómo sería aquel adiós, que debería valer la pena recordar. Quizás no fuera sólo un adiós, quizás fuera el momento en que finalmente sucediera algo. Sí, ese momento que ella había esperado desde el instante en que lo vio por primera vez. Quizás él se cuestionara si volvería a verla el año siguiente, y eso lo habría hecho sentirse entre la espada y la pared, y finalmente sintiera que era el momento de acercarse más. Pero no, ninguna de aquellas fantasías de cuentos de hadas se hizo realidad. Él jamás dijo una palabra al respecto y, luego del acto de fin de año, no hizo otra cosa más que saludarla con la mano desde la esquina del colegio. En un comienzo ella se enojó de forma desmedida: ¿cómo podía ser que luego de todo lo que habían pasado durante ese año no se dignara a acercarse y, aunque sea, decirle un adiós con palabras, no sólo con un gesto? ¿O sería que todo lo vivido durante aquel año no significaba nada para él? ¿Tan rápido se había olvidado de todo?, ¿Tan insensible era?

Pasó su cumpleaños. Él la saludó un día más tarde y ni siquiera lo hizo directamente, le pidió a una amiga que le mandara saludos de parte suya en un simple mensaje de texto. En ese momento se sintió extraña, por un lado la simple idea de que su amiga le mandara los saludos de Juan la había hecho volver a ilusionarse como una niña que sueña con su príncipe azul, y por el otro, se sentía la imbécil más grande porque probablemente había sido su amiga la que había inventado eso para hacerla sentir bien unos instantes.

Pasó Navidad. Pasó Año Nuevo. Pasó medio verano y llegaron las vacaciones de la familia: dos semanas en un departamento que alquilaron frente al mar. Ella amaba tanto el mar que ni siquiera recordó a ese que creía amar sobremanera. Mientras miraba el mar una noche, entonces descubrió que seguramente su amor no era tan intenso ni tan real como una vez había creído.

No volvió a pensar en ningún otro momento del resto del verano en aquel sujeto que tantos dolores de corazón le había causado, al ver que amaba a alguien más, o que tantas taquicardias le había dado, cuando la ayudaba a levantar los cuarenta cuadernos.

Aquellos tres meses pasaron tan tranquilamente y ella pensó tan poco en él que sólo recordó toda su historia cuando el momento de recomenzar las clases se acercó una vez más, y entonces se preguntó si volverían a encontrarse. Fuera como fuera, ahora ella ya no se sentía enamorada, estaba lista para encontrar otro amor, y segura de que el año anterior había sido sólo otra víctima de un común "enamoramiento adolescente".

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