Juan seguía pensando en todo lo que podía haber hecho en aquel momento. Sentía que no podía hablar con nadie acerca del tema, creía que cualquiera al que le contara, incluyendo su amigo más íntimo, podría creer que él sólo deseaba estar más cerca de ella, pero en realidad él sólo quería consolarla y volver a verla sonreír como a él le gustaba. Entonces comenzó a formarse la imagen de Margarita sonriendo. Sí, sin dudas era así cómo él disfrutaba verla. Con sus mejillas enrojecidas y sus ojitos achicaditos. Pero no, en ese momento ver una sonrisa de Margarita era casi como hallar la olla al fin del arco iris. Él la veía desde la otra esquina del aula y ella estaba allí, mirando por la ventana como de costumbre; observando el cielo, el pasto, los árboles. Ya no con su mirada tormentosa, sino que ahora sus ojos brillaban muchísimo, incluso quizás más que los propios ojos de Juan.
Los días pasaban sin cruzar palabra con ella, mientras él veía como otro amigo la consolaba. Se sentía profundamente aliviado al ver que de a poco y de la mano de su amigo, la sonrisa regresaba al rostro de Margarita. De todos modos no podía evitar desear, muy dentro suyo, ser él quien lograra regresarle la sonrisa.
El tiempo iba pasando y el carácter de Margarita iba cambiando un poco. Se encerraba cada vez más en los amigos quienes la habían acompañado y en quienes ella creía que podía confiar plenamente. Con ellos había perdido gran parte de su timidez, ahora hablaba prácticamente de todo y sentía que finalmente podía contar con gente que externo a su familia. Pero no era éste el lado de la moneda que percibía Juan. Él seguía viéndolo todo desde la distancia, veía cómo ella se encerraba cada vez en sus amigos y dejaba de confiar en los demás. Pasaba cada vez más tiempo con las mismas tres o cuatro personas y, si bien seguía manteniendo relación con todo el mundo, ahora ya no necesitaba forzar las barreras de su timidez con gente ajena a quienes la acompañaban constantemente.
Juan observaba todo desde lejos, él tenía su propio grupo de amigos, tres chicas a quienes quería y con quienes había pasado un montón de cosas, pero él siempre deseaba estar en todos lados y con todos al mismo tiempo, por lo que Margarita y sus amigos comenzaron a hacerse cada vez más atractivos para él.
Como ya he dicho, Juan tenía un buen amigo muy cercano a Margarita, que ahora compartía todo el día con ella y sus amigas. Comenzó a acercarse cada vez más a él. Cada día hablaban un poco más y cada vez compartía más momentos con el resto de los amigos de Margarita, e incluso con ella misma de vez en cuando. Pero él estaba muy seguro de que sólo quería una amistad con ella, por nada del mundo se permitiría dar a entender otra cosa.
Sin que ellos mismos siquiera lo notara, comenzaron a pasar cada vez más tiempo juntos, conversando, estudiando, haciendo tareas, discutiendo por simplicidades y disfrutando de la compañía el uno del otro. Pero, para remarcar aún más el hecho de que no buscaba en Margarita nada más que una amiga, Juan no tardó en conseguirse una nueva novia. Esta vez ella sí era bonita. Aunque nadie la viera así, en realidad Margarita y ella eran bastante parecidas físicamente. Ambas tenían ojos oscuros, pelo lacio y castaño y había algo similar en sus rostros, aunque prácticamente nadie lo notaba.
Ya que hasta aquel momento Juan y Margarita eran sólo amigos, su relación siguió así, sin verse afectada por la aparición de esta nueva chica.
Así se acercó el fin de aquel curso, y para cerrar el año, nada mejor que un buen episodio dramático en el salón de “Segundo B”.
Todos los profesores estaban entregando las calificaciones finales a sus alumnos. Esa mañana Juan ponía en juego la aprobación de una materia en un examen especial que le tomarían. Había llegado dos días atrás desesperado, al escritorio de Margarita, pidiendo ayuda. Con una paciencia inigualable, ella le explicaba una y otra vez cada tema, como no era capaz de hacer con nadie más. Él sólo parecía entender las explicaciones de Margarita, con sus mil y un ejemplos y su dulzura característica.
Finalmente gracias a que ambos pusieron todo de sí, Juan logró preparase para su examen y tenía en su cabeza todo lo necesario para aprobarlo. Como las cosas no suelen salir bien con tanta facilidad, veinte minutos antes del examen, la profesora de Historia llegó al salón y leyó las calificaciones finales de cada uno. Si bien Juan estaba en condiciones de aprobar la materia, por uno de esos errores humanos, había pasado mal su calificación y había desaprobado. Margarita sintió un estremecimiento al ver cómo se transformaba el rostro de Juan, que tenía una tendencia natural al nerviosismo. Empezó a hacer mil suposiciones, creyendo que tendría que presentarse a rendir la materia y dando por sentado que si esto sucedería, jamás lograría aprobarla. Margarita podía ver cómo los ojos de Juan se tornaban vidriosos. El brillito característico que en él siempre se veía, ahora estaba borroso. Ella trató de hacer todo para tranquilizarlo, pero los nervios propios de Juan eran más fuertes que la calma que Margarita trataba de infundirle. Poco más tarde, el momento había llegado: tenía que presentarse y aprobar, sí o sí, su examen de Contabilidad. Según él, los nervios le habían quitado todo lo que había logrado entender en los dos días previos. Ahora sí que estaba incalmable. Decidida Margarita lo hizo sentarse en el escritorio delante al suyo y de este modo, y contra la voluntad de Juan, ella tomó posesión de la hoja con el examen y, sin que la profesora lo notara, resolvió cada punto. Devolvió la hoja a Juan, él reescribió todo con su letra; firmó y la entregó. Aún así él seguía nervioso. Creía que de todos modos no lograría pasar el examen y luego tendría que rendir Historia y Contabilidad también. Finalmente la profesora comenzó a corregir el examen, en presencia de ellos.
-¡Margarita, ven aquí ya mismo!- Exclamó emocionado Juan. Prácticamente la obligó a acercarse al escritorio donde estaba la profesora y ambos permanecieron allí parados, esperando la sentencia de su jueza. Juan cada vez estaba más nervioso. Sintió un impulso y en aquel momento su mente estaba tan bloqueada que no puso resistencia y tomó la mano de Margarita. Pasó el otro brazo por su cintura, como en busca de algún consuelo, y en ese momento la profesora levantó la vista un segundo, los miró y sonrió. Entonces Margarita, que ya había absorbido todos los nervios de Juan, decidió pasar su brazo por su espalda, como abrazándolo. En ese momento sintió como su espalda se estremecía a causa de los nervios y trató de abrazarlo un poco más fuerte, para tratar de calmarlo un poco. Entonces llegó el momento. Con dramatismo, decidieron que Margarita sería quien miraría primero la calificación. Así que rápidamente tomó la hoja y, orgullosa, dijo en voz alta: “Es un nueve”. Juan estaba tan emocionado que las palabras no le salían, por lo que sólo consiguió darle un abrazo. Hubiera deseado poder decir algo, aunque fuera sólo una palabra que resumiera cómo se sentía. Pero no, las palabras parecían no llegar a sus labios, entonces, decidido a hacerle ver lo que sentía, la apretó fuerte ente sus brazos. Tan fuerte que ella perdió la respiración por un instante. El rostro de Margarita estaba cómodamente apoyado en el pecho de Juan, y disfrutaba oír el latido de su corazón. Rápido, cada vez más rápido. Margarita subió una de sus manos hasta el cuello de Juan, para demostrarle que no tenía nada que agradecerle y así abrazarlo tan fuerte como pudiera. Sentía un calor en sus manos que hacia su corazón latir tan fuerte como nunca antes recordaba haberlo sentido. Ninguno de los dos recordaba en dónde estaban, ni que había treinta personas a su alrededor... ni que los minutos pasaban y ya todos estaban saliendo del salón... y ya tampoco recordaban la causa de aquel dramático abrazo. Margarita se acomodó un poco más en el pecho de Juan y ahora sentía nuevamente lo tibio de su cuello contra su propia mejilla.
Como ya es bien conocido por todos, ningún momento dura por siempre, aunque tanto Juan como Margarita no hubieran tenido nada que reprochar si el mundo se hubiera acabado entonces.
viernes, 7 de enero de 2011
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