La relación entre estos cuatro amigos aparentaba estar mejor que nunca. Esteban y Juan se conocían desde muy pequeños y eran confidentes de sus “secretos de hombres”. Karen y Margarita también se conocían desde antes y compartían charlas sobre esos temas que jamás tocarían en presencia de sus amigos varones y, por otro lado, Karen, Esteban y Margarita eran grandes amigos entre sí, y conocían prácticamente cada detalle de la vida uno del otro. La relación entre Margarita y Juan era diferente, eran muy buenos amigos y ahora también pasaban todo el día juntos, pero nunca hablaban de sus temas personales.
Sólo había una parte de la historia de Margarita que Esteban no conocía... Sí, Estaban no tenía ni la menor idea de que alguna vez, Juan y ella habían sentido algo el uno por el otro. Si bien Margarita creía que él debería saberlo y se debatía entre contarle o no, no le hizo falta decir una sola palabra. Esteban se dio cuenta de todo cuando su amistad con Margarita era más sincera y verdadera que nunca. Habían pasado momentos muy duros -tanto para Margarita como para él- juntos y eso había estrechado más aún el lazo, al punto de que Esteban solía decir que podía leer la mente de Margarita, porque no hacía falta que ella le dijera en qué estaba pensando, o cómo se sentía: él lo leía en su rostro.
Una tarde, haciendo un trabajo práctico sobre el Martín Fierro, en la casa de Karen, sucedió algo que hizo que Esteban descubriera todo por sí solo. Se habían repartido en dos grupos: Margarita dictaba y Juan escribía primero, mientras Karen y Esteban descansaban y luego intercambiaban lugares. El problema fue que Karen y Estaban se habían sentado a charlar en la cama, pero como Margarita y Juan siempre buscaban mantener los límites, Margarita se acostó y Juan se sentó en el piso, al lado suyo, y le pidió que le hiciera algún peinado. Margarita comenzó a jugar con su pelo y hacerle cosas divertidas y cuando terminó, Karen le tomó una fotografía. Margarita suponía que ella no saldría en la foto y por eso no se preocupó por la imagen que la cámara pudiera llegar a captar. Pero en realidad salió y al día siguiente, cuando Estaban estaba mirando las fotos del celular de Karen, la encontró “¡Qué cara de enamorada!” dijo haciendo una broma. Margarita se limitó a reírse y entonces Esteban descubrió que, sin querer, había dado en el clavo...
-¿Entonces...?- dijo desconcertado.
Margarita asintió con la cabeza, se sonrojó y le echó una miradita a Juan que estaba con sus viejas amigas en el fondo del salón.
Margarita pidió ver la foto y era verdad, Juan estaba sentado en el piso, mirando a la cámara, y ella estaba a su lado, tirada en la cama, mirándolo con los ojos brillosos.
A partir de entonces las cosas comenzaron a cambiar un poco sin que ellos siquiera lo notaran... Estaban, Karen y Margarita se unieron un poco más, ya que ahora compartían un secreto. Juan participaba de los chistes y conversaciones, pero en cuanto él se iba, los otros tres comenzaban a hacer comentarios sobre la dulzura con que ella le hablaba, o la paciencia que ponía al explicarle matemática.
Entonces sobrevino otra serie de hechos extraños... En esa época Juan aún salía con la misma chica que el año anterior... y, sin motivo alguno, comenzó a mostrarse celoso por todo el tiempo que Margarita compartía con Esteban. Si bien ella tenía la costumbre de apoyar la cabeza en su hombro cuando estaba cansada, y él le acariciaba el pelo, ellos tenían bien en claro hasta donde llegaba su amistad, y eso no daba lugar a confusiones. Un día Margarita tenía su cabeza en el hombro de Esteban y él dijo: -Mira a tu amiguito
-¿Qué pasa?- Margarita buscó con la mirada a Juan, sin mover su cabeza del hombro de Esteban.
-¿No ves cómo te mira? Me parece que se enojó.
-No tiene motivos, sólo eres mi amigo y él tiene novia, ¿o no?
-Sí, pero cuando un hombre se pone celoso no razona tanto, ¿sabes?
Juan continuó observándolos por un largo rato, aún luego de que ella hubiera cambiado de posición.
Mantuvo esa actitud durante algunos días, si bien no decía nada, su rostro tomaba una extraña expresión cuando Estaban y Margarita pasaban demasiado tiempo juntos. Ellos habían decidido no hablar del tema con Karen, para no hacer más grande todo el asunto, pero ninguno de los dos sabía qué pensar.
Entonces sobrevinieron ciertas ocasiones en las que Esteban y Karen se empeñaron en fomentar “algo” entre Juan y Margarita. Pero por más que hicieron, nada pasó y, si bien Juan dejó entre ver algo, aún tenía novia.
La primera fue una noche que compartieron los cuatro juntos: primero cenaron y luego fueron al cine. Juan pasó por la casa de Karen; Karen y Juan por la de Esteban y Esteban, Karen y Juan por la de Margarita, siguiendo el orden regresivo de casas más cercanas a la parada del colectivo.
Como era de esperarse, Margarita se puso -una vez más- lo mejor de su guardarropas: la mejor remera, el tapadito más lindo y los tacos que le dejaban la altura perfecta en comparación con la de Juan. Se perfumó y, de un momento a otro, sonó el timbre. Ver a Esteban y Karen en la puerta de casa no era algo de extrañar, pero era la primera vez que veía a Juan allí, y tan arreglado, sólo para ella. Sus piernas temblaron un poco al verlo, le costó encontrar la cerradura de la puerta y aún más, tomar las monedas para el colectivo. Se sentía nerviosa y todo le parecía demasiado extraño, como si no fuera real.
Juan sentía algo similar, si bien no se había dado cuenta de que todo eso había sido organizado para ellos dos, ahora todo tenía sentido y al ver a Margarita salir de la puerta de su casa, se olvidó completamente de la existencia de su novia, que tantos dolores de cabeza le había causado últimamente. Mientras esperaban en la parada de la esquina de la casa de Margarita, Esteban y Karen comenzaron a hablar entre ellos, dándoles lugar para crear su propia charla. Pero Juan no quería hablar, él era feliz sólo observándola. Las luces de la calle se reflejaban en su cabello como el sol de la mañana. Era obvio que ella era inteligente: la remera que había elegido le quedaba a la perfección y se estaba robando toda la atención de Juan. Mientras él se perdía en cada uno de los detalles que ella había cuidado con tanto esmero, Margarita seguía parada allí, preguntándose cuándo diablos llegaría el colectivo y por qué sería que Juan no había abierto la boca aún.
Margarita no podía juzgar cuánto tiempo había pasado, pero tarde o temprano el colectivo llegó, todos subieron y la aventura comenzó. Primero ella se sentó al lado de Karen, pero tenían que tomar dos colectivos y Esteban arregló todo para que Juan y Margarita se sentaran juntos. Como era costumbre, Juan le tomó numerosas fotos cuando ella estaba distraída. ¿Por qué lo hacía?, nadie lo sabía, pero siempre que tenía oportunidad comenzaba a sacarle fotos de perfil mientras ella no lo notaba. Generalmente se daba cuenta pero eran tantas las emociones que eso causaba en ella, que no podía evitar dejarlo tomar las fotos que quisiera. Mientras él seguía concentrado en su papel de papparazzi, ella se preguntaba qué haría con sus fotos. ¿Las miraría alguna vez? ¿Las guardaría en su computadora? Porque, si su memoria no le fallaba, ella recordaba haberlo visto tomándole fotos en varias oportunidades: en el colegio, en los cumpleaños de amigos y en cada ocasión en la que Margarita se viera un poco más linda que de costumbre.
Llegaron a destino rápidamente y parecía que no había nada por qué estar nerviosa ya que Esteban y Karen aparentaban tener todo planeado. Así que decidió disfrutar del momento. Entre chistes, risas y todas esas cosas que puede llegar a hacer un grupo de adolescentes, pasaron la noche. Cenaron todos juntos y luego se dirigieron hacia el cine. Debido a la falta de carácter de Juan y Margarita, y que a Karen le gustaba todo lo que a Esteban le gustara, él fue quien eligió la película. En un principio, parecía ser la peor película de terror que ellos jamás hubieran visto, pero más tarde comenzó a mejorar.
Sacaron las entradas y Karen y Margarita fueron hacia el baño mientras los chicos las esperaban el hall del cine. Como todas las mujeres suelen hacer, no pudieron dejar de comentar cada detalle de lo vivido hasta el momento y de las expectativas que ambas habían puesto en aquella noche: Karen, porque siempre se había creído responsable de aquella historia y soñaba con ser la madrina si algún día ellos se casaban, o incluso de alguno de sus hijos; y Margarita porque ahora que compartía prácticamente todo su día con Juan había recomenzado a sentir todo eso que creía ya haber dejado atrás. Regresaron varios minutos más tarde e ingresaron todos juntos al cine. Esteban y Juan dejaron sus abrigos en las butacas y también se dirigieron hacia el baño antes de que comenzara la película. Como de costumbre las chicas aprovecharon mucho más este tiempo que ellos. Ellas se corrieron de lugares de modo que Juan y Margarita quedaran sentados uno al lado del otro, y ellos sólo comentaron la charla e incluso Juan se atrevió a exteriorizar algunos comentarios sobre el atuendo de Margarita. Finalmente todos regresaron a sus lugares y la película comenzó. Nada sucedió durante el transcurso de esas dos horas. Margarita podía notar ciertos detalles, como que la remera de Juan rozaba su hombro de vez en cuando, o que cuando Juan se hacía viento con las manos debido al calor, ella sentía su suave perfume. Él estaba completamente distraído, temía que la película fuera de terror y no quería mostrar su miedo en público. Jamás descubrió que la película era de suspenso, no para asustarse, ya que constantemente encontraba algún motivo para desviar su atención. Hasta que encontró la excusa perfecta: su "noviecita" comenzó a enviarle mensajes de texto. Cuando Margarita echó un vistazo a la pantalla del celular y descubrió las palabras "mi amor" se cuenta de todo y comenzó a sentirse la chica más imbécil del mundo. Esa sensación no duró por mucho, ya que poco más tarde, acercándose el final de la película, Juan se sumió en un profundo sueño, que lo llevó a no entender absolutamente nada de la historia, por lo que Margarita, dejando atrás sus celos, se vio en la obligación de darle las explicaciones necesarias.
Así pasó, rápidamente, aquella noche. Entre risas, chistes y anécdotas hicieron los cuatro su camino de regreso a casa en un taxi; mientras Juan volvía a quedarse dormido al lado de Margarita, acunado por la voz de James Blunt y su canción Same MistakeÁ.
viernes, 7 de enero de 2011
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