martes, 25 de enero de 2011

Capítulo XIII: Más Situaciones

El lunes siguiente hicieron, como es costumbre entre la gente, numerosos comentarios sobre aquella salida; pero hasta ahí llegó el asunto. Entonces invitaron a todo el curso a una fiesta en un boliche ya conocido por todos. Margarita creía que ese día jamás llegaría. No sabía por qué pero tenía un extraño presentimiento sobre aquella noche. En un principio creía que simplemente aparecería algo que cancelaría todo en el último minuto pero, mucho tiempo después comprendió de qué se trataba en verdad.

Aunque ella no lo creyera posible, rápidamente llegó ese día y con él el típico cuestionamiento de toda chica adolescente: "¿QUÉ ME PONGO?". El dilema residía entre la musculosa negra a lunares blancos o el vestidito fucsia con piedritas. Esteban votó por el vestidito y ella, como otras tantas veces, le hizo caso. Una vez más pasó horas frente al espejo arreglando cada detalle y, con el celular en un bolsillo y los documentos en el otro, salió al encuentro de sus compañeros. Llegaron todos juntos al lugar, sólo faltaba hacer la fila antes de que todo comenzara... y allí estaban, era una noche hermosa: estaba cálido, no había viento y la luna brillaba sobre sus cabezas. Todos hablaban, excepto ellos dos que, como ya era costumbre, no sabían qué decir. Entraron al boliche, pasaron los clásicos controles de seguridad que la sociedad moderna hacía indispensables y ahora sólo tenían que esperar que "abriera la pista".

Eran las dos de la mañana y Margarita ya estaba harta de esperar y sólo quería que comenzara la música bailable. Poco más tarde todo comenzó y el ambiente tomó las características ya conocidas por todos. Luces de colores, láser, robóticas (según la última moda), pantallas LCD mostrando fotos de los fines de semana pasados que se podían ver en el perfil de Facebook del lugar. Margarita comenzó a bailar con sus amigas y no tardó en aparecer un chico para invitarla a bailar. Cuando ya se había cansado, le hizo una señal a Esteban, quien rápidamente se acercó y le pidió si no bailaba con él. Algo más tarde, apareció Juan, que no bailaba muy bien, por lo que tenía la tendencia natural de quedarse a un costado; pero aquella noche todos estaban bailando juntos y definitivamente sería víctima de mayor cantidad de risas si se quedaba en un costado que si bailaba. Luego de sufrir algunos empujones por parte de sus compañeros, comenzó a bailar con Margarita, mientras Esteban vigilaba la situación bailando disimuladamente con otra chica justo a su lado. Hizo lo imposible porque sus dos amigos se besaran, ya que, conociéndolos tanto como lo hacía, creía que si no se besaban aquella noche, todo quedaría en el olvido rápidamente porque ni siquiera volverían a hablar sobre aquella noche. Pero todos sus esfuerzos fueron inútiles. Bailaron toda la noche sin parar, aunque Margarita descubrió que algo debía sucederle porque sus ojos estaban decaídos. En un principio se preguntó si se estaría aburriendo con ella, pero cuando le preguntó si le sucedía algo, él sólo dijo que estaba cansado, aunque Margarita sabía que eso no debía ser verdad, y algunos días más tarde se enteró de que aquel día él había descubierto que "su novia" lo había estado engañando.

En ese momento, si bien Margarita no sabía la razón de la tristeza que su compañero llevaba consigo aquella noche, sabía muy bien qué era lo que debía hacer. Deseaba poder decirle algo, hacerlo reír con esa ingenuidad profunda con que él se reía... pero una vez más no sabía qué hacer ni decir... Las canciones pasaban, ellos seguían bailando juntos. Él miraba las luces reflejadas en el cabello de Margarita, y luego se dejaba llevar un poquito más y miraba sus ojos. Entonces se daba cuenta de que ella estaba enamorada de verdad... y la imagen de su novia venía a su mente. No podía evitar desear que su novia se pareciera un poquito más a Margarita. No pudo evitarlo, y su mano tomó a Margarita por la cintura y comenzaron a bailar abrazados. La canción perfecta había comenzado, Angels, de Robbie Williams, sonaba fuerte entre las paredes negras de aquel boliche, y las luces de colores rebotaban por los rincones, se reflejaban en los ojos de Juan y jugaban con el cabello de Margarita, todo al mismo tiempo. Margarita creía estar en un sueño, la frase "I paid for the cloud we're dancing on"Ã, vino a su mente como un flash, y sentía que no había nada más por qué preocuparse.

En ese momento pasaron uno a uno los problemas que le habían causado dolor de cabeza durante el último tiempo. En verdad no eran pocos, y era consciente de que los últimos meses de su vida habían ido dejando en ella bastante stress acumulado. Pero en ese momento dejó todo de lado, sintió que esos minutos eran una recompensa por todo aquello. Sin desperdiciar más tiempo, escuchó la frase "Me sacas de las malas rachas de dolor..." y dejó caer su cabeza en el pecho de Juan. Reconoció su latido, y recordó la vez en que lo había escuchado por primera vez. Mientras ella lo abrazaba fuerte, esperaba que él le diera alguna demostración de cariño, por más pequeña que pudiera parecer... pero él seguía comparándola con su novia, ¿por qué no podía ella ser tan dulce como Margarita? Sí, era hermosa y besaba estupendamente, pero en aquel momento él sentía que prefería pasar dos horas abrazando a Margarita y ver la ternura de su mirada, que besar mil veces a quien tanto amaba, y que luego le clavaría un puñal en la espalda.

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