viernes, 7 de enero de 2011

Capítulo XI: Otra Despedida, Otro Encuentro

Con ese hecho dieron por terminado el segundo año de su escuela secundaria. Sí, de ese modo luego de haber pasado meses distanciados, prácticamente sin hablar... cerraron el ciclo con un apasionado abrazo que dijo todo lo que jamás sus labios habían pronunciado. ¿Y ahora qué? Se preguntaron ambos por separado, durante esos tres meses de alejamiento que se veían obligados a sobrellevar. Porque ninguno de los dos era lo suficientemente valiente como para llamar al otro y animarse a hablar, o a encontrarse quizás. Ni siquiera como amigos.

Durante aquel verano ninguno de los dos pudo dejar de pensar en el otro y todo eso a causa de aquel abrazo. Un sólo momento en el que se animaron a hacer lo que sus corazones les dictaron... y ahora les costaba meses. Meses de confusión, de espera... de preguntarse qué estaría haciendo el otro. Pero aún existía un abismo entre ellos dos, y ese abismo tenía nombre y apellido, aunque Margarita prefería sólo decirle "la novia de Juan". Así como suena, Juan aún estaba saliendo con esa chica. "Esa chica que jamás fue capaz de consolarlo cuando él creía haber desaprobado Historia", pensaba Margarita. Y tenía razón, porque aquel día en que habían sellado todo con el más dulce de los abrazos, su novia ni siquiera se acercó a preguntarle qué sucedía. Y, si bien después el error de la profesora fue corregido, en ese momento Juan estaba al límite de las lágrimas... y ella no había ni asomado la cara. De todos modos, Margarita no podía sacarse esa última imagen de su cabeza. No podía dejar de pensar en él al oír la canción You Belong With MeÀ y recordar la cara de su novia, a quien le resultaba muy fácil estar con él, ya que sólo compartían juntos los buenos momentos. Como pensaba Margarita: "No conoces verdaderamente a Juan si no lo has visto nervioso".

Rápidamente el verano llegó a su final y con esta mezcla de sentimientos se reencontraron. Este nuevo año trajo con él montones de sorpresas para todos: Juan decidió definitivamente unirse al grupo de amigos de Margarita. Sí, ellos con los que ella había compartido tantas cosas. Él no tuvo problema alguno en adaptarse y, para mantener el ánimo de las sorpresas, en poco tiempo formaron un grupo que enloquecía al resto de sus compañeros, todos eufóricos por haber comenzado el último año del colegio. Eran algo extraño porque tenían buenas notas, pero a la vez, pasaban todo el día entre risas y chistes, y muecas y códigos que sólo ellos comprendían. Juan se sentaba justo detrás de Margarita y por supuesto todo era sólo una coincidencia, porque Juan sólo buscaba en Margarita una amiga. Así pasaron los primeros meses de aquel año, entre risas, juegos unas cuantas charlas infantiles y Juan pateando la silla de Margarita cuando a ella le tocaba leer en voz alta para todo el curso. La parte más divertida eran las evaluaciones de Matemática... los nervios de Juan se disparaban por las nubes, Estaban, su otro amigo, esperaba entender un mes de explicaciones en los diez minutos previos a la prueba, mientras que Margarita y Karen mostraban sus métodos de enseñanza veloz. Juan disfrutaba haciéndole las preguntas más complicadas a Margaritas y escuchaba, sin entender (ni molestarse por entender) una sola palabra de lo que ella decía. En realidad, para él era demasiado difícil concentrarse en lo que ella decía... prestarle atención a esas palabras raras que usaba, como "Asíntota Vertical y Horizontal", cuando en realidad él estaba perdido en su rostro perfectamente maquillado. Si bien generalmente la cargaba por estar siempre tan arreglada, luego de haber pasado dos años junto a ella, aún se preguntaba cómo hacía para estar tan bien cada mañana. Mientras ella hablaba, él controlaba cada detalle: el color de las uñas, los labios, los aros... la hebillita que estaba usando en el pelo... la sombra de los ojos... Siempre le llamaban la atención sus pulseras. Las había descubierto la primera vez que la vio y desde entonces no la había visto sin ellas jamás... Tenía tres en cada muñeca, pero no eran siempre las mismas... Él era tan observador que notaba incluso el movimiento de su pelo al compás del viento... pero generalmente sus observaciones eran cortadas abruptamente por la típica pregunta que siempre hacía Margarita al finalizar sus monólogos: "¿Entendiste?". En esos momentos Juan no tenía otro remedio más que decir que sí, aunque de vez en cuando se permitía hacerle alguna pregunta sobre algo que recordara... entonces Margarita se daba cuenta de que no había oído ni la mitad de lo que ella acababa de decir. Con su típica inseguridad, Juan se preguntaba si Margarita pensaría que él era un tonto y entonces para disimular su falta de atención comenzaba a discutirle cosas obvias. Todo era entre risas, pero no había momento más divertido que sus discusiones... La mejor discusión que alguna vez habían tenido había sido debido al interrogante: ¿Si pongo nieve de Bariloche en una botella, la nieve se derrite y se hace agua y yo guardo esa botella con agua de nieve de Bariloche en el freezer y se congela de nuevo... tengo nieve de Bariloche otra vez? Margarita decía que no y Juan por su lado defendía la respuesta afirmativa. Como esa sobrevivieron mil situaciones más y, entre risas, argumentos y algún que otro grito, pasaban junto a sus dos amigos, cada uno de sus días.

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