sábado, 4 de diciembre de 2010

VUELTA A CASA (fragmento)

Aunque no haya demostración empírica que lo pruebe, es seguro que el momento perfecto no existe. Y si parece existir, se esfuma rápidamente. Margarita era consciente de todo aquello pero, luego de haber bailado toda la noche con Juan, no tenía ganas de recordarlo mientras esperaba el remis que la llevaría a su casa. Era una noche hermosa, la luna brillaba, había una leve brisa, y el hombro de Esteban estaba más cómodo que nunca. Eran las seis de la mañana y ambos estaban sentados en una esquina cercana al boliche. -¿Cuándo llegará el remis?- dijo Esteban en el momento en que una pandilla de chicos aparecía en la esquina de enfrente y comenzaba a golpear a un chico que supuestamente había robado algo. Esteban y Margarita se miraron. Poco más tarde, todos desaparecieron y sólo Dios sabrá qué habrá sido de aquellas personas. Ellos seguían esperando. Los autos iban y venían por la autopista principal de su ciudad y ninguno de los dos decía una sola palabra.

-¿Por qué no le dijiste?, era la situación perfecta...

Margarita no dijo nada, sabía que Esteban siempre esperaba que ella diera el primer paso, pero era consciente de que jamás lo haría.

-¿Temes lo que pueda responderte?- dijo él, dejando ver lo confundido que en verdad estaba.

-No, pero tiene novia. Contra mis nervios puedo, pero contra ella, no.- Ninguno de los dos volvió a decir palabra.

Esteban pensaba que Margarita estaba equivocada, si Juan era su causa de felicidad, entonces estaba a sólo un paso de ser feliz. No era mucho lo que tenía que hacer, sólo acercarse y hablar con él y decirle cómo se sentía. Esteban se imaginaba la situación: era un típico día de escuela, podría ser un lunes, o un miércoles tal vez, Margarita estaba más arreglada que de costumbre, tenía el pelo prolijamente arreglado, y los ojos bien pintados. Sus uñas brillaban con un rosa intenso que combinaban con el color de sus labios y, mientras todos sus compañeros hablaban y gritaban, ella se apoyaba en su hombro y le decía "¿podemos hablar?". Entonces la bocina de un auto lo llevó de regreso al mundo.

-El remis está aquí.- dijo, ayudándola a levantarse.

Subieron al auto y Esteban comenzó a retomar sus pensamientos. ¿Cómo había sido capaz de imaginar tal cosa? Ella era sólo su amiga, no podía permitirse aprovecharse de la confianza que ella le había dado. Se sintió mal consigo mismo por un momento y luego, mientras veía los autos pasar a su lado a través de la ventanilla del auto, su atención se desvió hacia Juan. ¡Qué imbécil! Estar sufriendo por alguien que era igual a todas las demás cuando tenía la posibilidad de aprovechar ese momento en el que tenía entre sus brazos a alguien como Margarita. Él estaba seguro que, de tener esa posibilidad, no la dejaría escapar tan fácilmente. Pero tenía que conformarse con ver a Margarita sufriendo por alguien que no valía la pena. Porque él había llegado a conocerla muy bien y, al igual que otras personas, estaba seguro de que Juan era "poca cosa" para ella. Margarita se merecía alguien que la escuchara, que supiera en qué pensaba cuando ella no tenía la fuerza suficiente para decirlo; y sin dudas, él creía haber demostrado tener muchas más cualidades que Juan, aunque ella pareciera no darse cuenta de todo eso; excepto cuando se sentía mal y necesitaba un hombro donde llorar.

A pocos centímetros, en el asiento delantero, Margarita pensaba en la novia de Juan. No lograba entender por qué alguien podía ser tan cruel con otra persona, sobre todo porque ella jamás haría algo así. Se preguntaba en qué estaría pensando Juan. Mientras ella pensaba en él, seguramente él estaba pensando en esa chica que le había roto el corazón... y entonces sintió que su corazón se rompía también. En ese momento Esteban levantó la mirada y vio el rostro de Margarita reflejado en el espejo retrovisor... y entonces su corazón también se rompió en pedazos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario