Los días pasaban de modo divertido, Karen compartía sus amplios conocimientos con uno y otro y los nuevos rostros siempre inventaban algo que alegraba el día.
Los primeros exámenes llegaban y Margarita, como ya era costumbre, no tenía problema alguno. Una mañana se acercó a corregir unos cálculos con la profesora de matemática y mientras esperaba su resultado, observó que Juan estaba en un escritorio contra un rincón del salón sentado solo.
-¡Excelente Margarita!- dijo la profesora. Al oír eso Juan levantó la vista por un momento, lanzó una pequeña sonrisa, y luego volvió a ver su propio ejercicio y la sonrisa se borró de su rostro. Margarita regresó a su lugar, algunos escritorios detrás del de Juan, y Karen, que ya había notado todo, le dijo:
-Parece que Juan tiene problemas, ¿no?
-Sí, ¿no?
-¿Por qué no lo ayudas un poco?, todo el mundo parece entenderte
-No sé... ¿tú crees?
-¿Qué preguntas? ¡Ve de una vez!
Margarita se puso de pie y dio unos cuantos pasos decisivos hacia la silla vacía al lado de Juan. Sin pedir permiso se sentó y, también sin pedir permiso, miró su hoja.
-¿Puedo decirte en qué te equivocaste?
-Me salvarías si haces eso... pero ¿tan rápido te diste cuenta?
-No es nada difícil, sólo debes recordar que la propiedad no es distributiva cuando hay una suma ahí... Sólo cuando hay multiplicación o división.
Fue una simple ayudita, pero para ambos fue saltar una gran barrera, hasta entonces no habían logrado hablar cuando estaban los dos solos.
Aquella fue la primera de muchas ayudas que se dieron mutuamente.
A la semana siguiente llegó la prueba de vectores de física, aunque aún no había logrado aprender cómo aplicar la propiedad distributiva, él trató de dar lo mejor de sí, pero Margarita comenzó a conocerlo mejor, y leyó en su rostro que también estaba teniendo problemas esta vez. Un simple papelito tenía la respuesta a sus problemas, y si no hubiera sido por los nervios de Juan, la profesora no lo hubiera descubierto jamás.
-¿Qué tiene ahí, López?
-Nada, nada, profesora...
-¿Cómo que nada? ¿Qué es eso? ¿Quién se lo dio?
-Es un borrador- dijo nervioso
-¿Un borrador? ¿Nadie le enseñó que no se hacen borradores? ¡Esto ya no es la primaria, chicos!
Juan había quedado temblando y le echó una miradita sobre el hombro a Margarita, ella abrió los ojos en señal de alarma y él le devolvió una sonrisa, para hacerle saber que ya había pasado el peligro. Luego se dieron mutuamente las gracias, él por haber recibido la ayuda y ella por no haber sido delatada cuando la profesora le preguntó quién se lo había pasado.
Luego de la adrenalina y el stress generado por la lunática profesora de física, Samanta repartió las invitaciones a la fiesta de su cumpleaños de quince. En caso de que el lector no lo sepa, en Argentina -así como en el resto de Sudamérica- las adolescentes acostumbran hacer grandes fiestas, que podrían compararse con las bodas, para sus cumpleaños número quince. Así como las chicas norteamericanas lo hacen al cumplir los dieciséis.
En seguida todos comenzaron a comentar cómo sería la fiesta y qué atuendos llevarían. Para ser honestos, nadie tenía demasiadas expectativas sobre qué usaría Margarita, era una chica bonita, sí, nadie lo negaba, quizás la más bonita de la clase; pero en la escuela ella se mostraba demasiado seria y concentrada en sus asuntos.
viernes, 24 de diciembre de 2010
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