lunes, 13 de diciembre de 2010

Capítulo II: A Primera Vista, Por Segunda Vez

Nuevamente, era una tibia mañana de marzo en Buenos Aires. Frente a la entrada de la secundaria había unos pocos padres, y muchos adolescentes. Todos parecían tranquilos y relajados, nadie aparentaba preocuparse por nada, excepto ellos. Ella tenía ya quince años, estaba parada a un costado. El primer reflejo del sol cayó en su cabello y el destello encendió algo en el interior del joven que la miraba desde la esquina. Sin saber por qué, sintió la necesidad de acercarse a ella. Comenzó a caminar hacia la puerta, ella vio el chispazo encenderse en sus ojos y sintió una especie de deja vù.




-Hola- dijeron al mismo tiempo

-¿Empiezas este año?- preguntó ella

-Sí, ¿tú también?

-Sí- Respondió dulcemente

-Entonces, sólo nos queda esperar ¿verdad?

-Sí...

Ya no sabían qué decir, pero era obvio que algo querían decir.

Una señora abrió la puerta.

-Pasen por aquí, chicos... -dijo, y los recibió como si los conociera de toda la vida.

Así comenzó el día. Sus amigos comenzaron a llegar y sin darse cuenta comenzaron a separarse.



-Yo seré su preceptora- dijo la señora que había abierto la puerta. -a mí pueden preguntarme lo que deseen y si necesitan algo o simplemente quieren hablarme, no duden en venir conmigo.

Aparentaba ser una mujer dulce y sincera, y rápidamente se ganó la confianza de todos los chicos.

-Por ser el primer día podrán sentarse en grupos si quieren- dijo antes de irse.

La idea parecía algo infantil, pero fue en verdad útil, sobre todo para los chicos que no se conocía entre sí.

Se formaron cinco grupos: adelante de todo las chicas que "no tenían ningún problema": no sentían nervios, eran seguras de sí mismas y se reían como si conocieran absolutamente todo lo que las rodeaba. En un costado el grupo en donde ella se encontraba: eran seis chicas que se conocían desde la primaria y que, como era normal, estaban nerviosas y se preguntaban qué pensarían los rostros nuevos sobre ellas. En el otro costado los "chicos malos", que se conocían también desde antes y no tenían reparo alguno en cometer sus "travesuras" el primer día. En el fondo, el grupo en donde estaba él: eran chicos tranquilos, que en su mayoría no se habían visto hasta ese momento; y en el último rincón del salón, una mezcla de chicos que se conocían, con chicos que no y que no eran ni molestos ni tranquilos.

El día pasó más rápidamente de lo que ellos podían haber imaginado y, sin que siquiera lo notaran, pronto llegó la hora de irse a casa nuevamente.

Ella y sus cinco amigas ya lo habían planeado todo:

-¿Nos iremos juntas, verdad?- preguntó ella

-Sí, ustedes cuatro sí, yo tengo que irme a la casa de mi tía- dijo otra chica

-¡Ah, yo tampoco! mi mamá me pidió que comprara el almuerzo antes de ir a casa

Así fue que de a una, todas parecían tener una excusa para dejarla sola.

-Espera un segundo, él también va caminando para allá- dijo su amiga señalando al "niño de ojos chispeantes" -Tú espérame aquí.

De un momento a otro, su amiga le había encontrado un compañero

-¿Vamos?- dijo él nervioso, mientras comenzaba la caminata. Notaba algo en ella que lo ponía nervioso, pero no sabía qué era.

-Sí- Ella también estaba nerviosa, aunque no quisiera admitirlo.

Ninguno de ellos sabía qué decir. Caminaban en silencio y por momentos se miraban el uno al otro. Una vez más cruzaron miradas y ella se perdió en los ojos oscuros de su compañero, mientras él sentía deseos de verla sonreír.

-¿Vives por aquí cerca?, tu rostro me es familiar

-No, tomo el colectivo en aquella esquina y no bajo hasta la última parada.

-Entonces no sé de dónde pueda conocerte...- dijo ella mientras una breve sonrisa se dibujó en su rostro. Él se sintió más que satisfecho por aquel pequeño momento y sus ojos brillaron más que nunca, lo que hizo que ella volviera a sonreír aún más intensamente.

Rápidamente, él se sintió nervioso y apartó la mirada.

-¡Qué calor hace!- dijo ella tratando de crear una conversación.

-Sí, a esta hora el sol está más fuerte, ¿no?

Siguieron caminando sin decir palabra.

-Yo vivo aquí a media cuadra- dijo ella.

Se despidieron rápidamente y así acabó el día.



Unos días más tarde su amiga le dijo que había notado que él la miraba bastante. Ella se sonrojó y le dijo:

-Yo ni siquiera sé su nombre.

-Pero no niegas haberle devuelto las miradas

-Bueno, no tiene nada de malo ¿o sí?

-Claro que no- le dijo su amiga riéndose.

De repente su amiga desapareció y ella quedó sola. Dos segundos más tarde reapareció con el chico en cuestión

-Curiosamente él tampoco te ha vuelto a hablar porque tampoco recuerda tu nombre- Ambos se sonrojaron.

-Soy Margarita

-Yo Juan

Entonces, obligadamente, comenzaron una conversación.

-Hace un rato Margarita y yo estábamos hablando de nuestros hermanos, ambas somos hermanas mayores, yo tengo un hermano menor y ella una hermana, ¿tú?

-Yo soy hijo único... Aunque mis primos son como mis hermanos

-¿Vives con ellos?

-No, mi abuela vive en el fondo de mi casa y mis primos siempre vienen a visitarnos

-Yo también vivo con mi abuela- dijo Margarita

-¿Desde chica?- preguntó Juan

-Desde siempre ¿y tú?

-Desde muy pequeño, ella vino a vivir con mis padres y yo cuando se separó de mi abuelo.

-Entonces ¿tus padres viven juntos?- preguntó, asombrada, la tercera

-Sí ¿los suyos no?

-Los míos sí- dijeron las dos al mismo tiempo

-Pero ¿no están separados tus padres?- dijo su amiga

-No, están casados hace casi veinte años

-Disculpa, es que hoy en día los padres de casi todos parecen estar separados- dijo avergonzada.



Pasaron los días y Karen llevaba y traía todo tipo de información entre Margarita y Juan.

"Él tuvo varicela a los trece años, y por eso se vio obligado a faltar más de un mes al colegio. Lamentablemente terminó perdiendo aquel año”, le contó un día a Margarita.

"Ella la padeció a los cinco, cuando terminó el jardín de infantes, en su caso se perdió una excursión a la "Ciudad de los Niños" le dijo a él al mismo tiempo.

No había duda de Margarita, acerca de Juan, que Karen no supiera responder. En una ocasión, estando en el patio del recreo, Juan hablaba con una chica más grande.

-¿Quién será esa chica?- preguntó Margarita

-No tengo ni la más mínima idea. ¿Estás celosa?

-¿Celosa? ¿De qué?

-¡Ay, por favor! Los celos los llevas tatuados en la cara

-Solamente me pregunto cómo hacer para hablar tanto con él, cuando nosotros estamos solos nunca sabemos qué decir...

Una hora más tarde Karen volvió con la información necesaria.

-Es su prima

-¿Quién es prima de quién?- dijo Margarita totalmente desconectada de lo que Karen estaba pensando

-Esa chica que habla todo el día con Juan, es su prima o algo así... sé que se conocen desde muy pequeños, así que no tienes de qué preocuparte.

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